Según textos de Plinio el Viejo, un arco del triunfo era un monumento honorario de importancia inusual, construido para conmemorar un triunfo militar, aunque también servía para celebrar otros acontecimientos. En la actualidad existe la expresión “me lo paso por el arco del triunfo”, que es como decir “me lo paso por el forro (de los cojones)”. Esta alusión a los genitales masculinos viene a significar desprecio, desinterés o dar poco importancia a algo.

A menudo, en mis cursos, le pregunto al alumnado si conocen la terapia del arco del triunfo, y con gran inocencia la mayoría dice que no. Con mi sentido del humor tan serio, me pongo a explicarles que es una técnica muy novedosa, que sirve para superar ciertas cosas, que es muy efectiva y que no necesita uno tomarse nada. En mi explicación pongo esta terapia por las nubes en eficacia, rapidez y sencillez, por lo que va subiendo el interés por que les diga cómo es y dónde se hace. Cuando ya están entusiasmadas y entusiasmados con la terapia les doy la explicación. No suelo ser mal hablado, pero en este caso tengo que expresarme como corresponde para que el impacto emocional sea efectivo, es entonces cuando les digo: “la terapia del arco del triunfo es pasarse las cosas por los huevos”. Muchas caras se quedan sorprendidas, otras inician una sonrisa de comprensión.

Sean los huevos o los ovarios, que igual da una cosa que otra, esta terapia es barata, rápida, eficaz y sencilla. Y es que, a veces, hay que “pasarse las cosas por el arco del triunfo”. Si la gente incorporase esta técnica a su vida cotidiana, no haríamos falta tantos terapeutas, psicólogos y psiquiatras, se venderían menos pastillas y la gente sería más feliz. Hay muchas personas que no conocen esta técnica, también muchas que sí la conocen pero que no saben cómo ni cuándo emplearla. Yo la aconsejo mucho en mis consultas e, incluso, tengo una manera especial de convertirla en hábito en mis pacientes que resulta efectiva y a la vez divertida.

“Qué van a decir”, “qué van a pensar”, “les va a molestar”, “cómo voy a hacer eso”, “¿y si se enfadan?”, “¿y si dejan de hablarme?”, “es que me siento culpable”. Tantas limitaciones, tantos complejos, tantos “y si…”. Estamos en una sociedad en la que se le da mucha importancia a lo que los demás piensen o digan; la imagen que los demás tengan de nosotros puede llegar a condicionar nuestras vidas sobremanera. ¿Para qué?, ¿para ser aceptados?, ¿para pertenecer al grupo?, ¿para que el clan familiar no nos eche? La cantidad de personas que pasan por mi consulta que viven de esa manera es inquietante. A menudo se educa a las niñas y niños en “lo que los otros van a pensar”, en “que no vayan a decir”, etc., de modo que acaba pesando más en la propia vida lo que los demás digan o piensen que lo que uno piense sobre sí mismo, y esto, amigas y amigos, esto es inaceptable, ya que la vida de uno sólo la puede vivir uno, con sus defectos y sus virtudes, con sus aciertos y sus errores. No se trata de no escuchar o no aprender de los demás, se trata de no dejarse influir por los criterios de vida de ciertas personas cuando ello implica juicio, menosprecio, chantaje u otras maneras de manipular, porque esas personas en las que se busca el amor y la aceptación, pero de las que se tiene miedo, son, en realidad vampiros y vampiresas emocionales, parásitos que viven de chuparle la energía a los y las inocentes que los tienen en tanta consideración.

Por eso hoy comparto con todas y todos vosotros esta “técnica” tan efectiva. Cuanto más se practica más gusto se le coge, más fácilmente se hace y con mayor naturalidad se incorpora al día a día. Y como en la antigua Roma servía para conmemorar triunfos militares, cada vez que alguien se pasa algo por el arco del triunfo, es que esa persona ha conseguido una victoria sobre alguien o algo externo que condicionaba negativamente su vida, y eso siempre ha de ser celebrado.

Así que para empezar el día con más libertad de acción y decisión podemos mirarnos al espejo y elevar a los dioses nuestro grito de guerra. Gritad conmigo, gritad bien alto: “me lo paso por el arco del triunfo”.

Con el debido respeto.

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