Ego y consciencia son dos de los tres motores de la existencia humana, el tercero es el Espíritu. Cada uno de estos motores utiliza un tipo de alimento o combustible que lo activa y lo mantiene en funcionamiento, y ese alimento se lo proporciona cada persona de manera consciente o inconsciente en cada segundo de vida.

El Espíritu se alimenta de Amor, entendiéndolo como un tipo de energía presente en el Universo y a la que se puede acceder a través de diferentes medios relacionados con los planos físico, energético, emocional, mental y trascendente. El alimento para la consciencia son las justas medidas y la serenidad interior y el alimento para el ego son los excesos, las carencias y el estrés. De modo que cada uno de los motores de los que dispone el ser humano para impulsar su vida se alimentan de tres combustibles diferentes que se obtienen de modo diferente.

Estudios realizados desde los años 70 hasta la actualidad señalan los porcentajes de población mundial que viven en los diferentes estados evolutivos de la consciencia, es decir, que viven con uno, dos o los tres motores en funcionamiento. Hay varias clasificaciones y autores que definen esta cuestión: Graves, Maslow, Hawkins, entre otros. Una manera sencilla de presentar los niveles de consciencia es la siguiente: estadio egóico, estadio consciencia + ego, estadio consciencia y estadio espiritual. A su vez cada uno de estos estadios tiene varios niveles evolutivos. En cada estadio las personas utilizan de manera predominante uno de los combustibles. Lo expongo en una sencilla tabla:

Teniendo en cuenta estas cifras, se puede ver cómo aproximadamente un 80% de la población mundial vive en un estadio egóico de consciencia, de modo que el ego, desde el plano instintivo e inconsciente, demanda su tipo de alimento y lleva las riendas de la vida de esas personas sin que ellas se den cuenta demanda su tipo de alimento. Como ya se explicó en artículos anteriores ¿De qué se alimenta el ego? y ¿Por qué el estrés alimenta el ego? los excesos y carencias físicas, emocionales y mentales, así como el estrés sirven de alimento al ego para cubrir su función de supervivencia.

En cualquier país, cultura y estrato económico o social se da ese 80% de personas cuyo ego, de un modo u otro, viven en modo supervivencia, y esto se puede dar en alguno de estos dos niveles: vulnerabilidad o ejercicio de poder. Éstos, a su vez, se dividen en varios subniveles. El nivel vulnerabilidad consta de los subniveles: vergüenza, culpabilidad, apatía, sufrimiento y miedo. El nivel ejercicio de poder consta de los subniveles: miedo, deseo, ira y orgullo.

Aproximadamente el 80% de la población mundial vive en la necesidad inconsciente de alimentar a su ego. Da igual la profesión, el estatus económico o social, el cociente intelectual, la religión o el género, ya que la consciencia no está determinada por estos factores sino por el grado de evolución del Ser Interior.

Como se puede ver el ego necesita estrés cotidiano como sustituto del estrés de supervivencia en el que originariamente vivía hace cientos de miles de años, sin ese estrés no hay alimento. ¿Y cómo es posible conseguir hoy en día ese alimento? Manteniendo activos programas instintivos, emocionales y mentales en exceso o en carencia, es decir, complicándose la vida. De este modo la persona vive internamente ese estrés, aunque no se dé cuenta de ello o lo normalice. En este sentido el ego favorece que la vida interior y exterior no sea serena y vivida en justas medidas. Induce a las personas a meterse en embolados que, a toro pasado, uno se pregunta cómo sucedió, sean cuestiones pequeñas o grandes. También hay que tener en cuenta que entre el 93 y el 97 % de las sensaciones, emociones, sentimientos, pensamientos, creencias, ideas y reacciones son inconscientes, y un porcentaje de ello (a veces muy alto) no está en justa medida, favoreciendo el estrés. A esto hay que sumarle los hábitos físicos, emocionales y mentales que son insanos pero que no se perciben como tal por haber sido normalizados, sea en la infancia, en la juventud o en la adultez. Un ejemplo reciente es el de una paciente que, cuando empezó el trabajo terapéutico, se tomaba entre tres y cinco cafés al día pensando que no tenían efecto alguno sobre su cuerpo, emocionalidad y mente; ahora ha comprendido que sí tenían efecto perjudicial y que servían para alimentar a un ego necesitado de tensión y estrés.

Hay muchos programas emocionales y mentales que fuera de justa medida alimentan al ego: miedo, sufrimiento, apego, inseguridad, preocupación constante, soberbia, agresividad, sometimiento, culpabilidad, perfeccionismo, adicción al trabajo, posesividad emocional, despotismo, intransigencia, rigidez mental y emocional… Miles de programas emocionales y mentales fuera de justa medida, conscientes e inconscientes, que favorecen que el ego siga creciendo a base de estrés interior. Es fundamental tomar conciencia de ello y dejar de alimentar al ego para darle la oportunidad a la consciencia de activarse y funcionar. ¿Cómo se hace esto? A través de un trabajo interior que puede ser apoyado y guiado por profesionales del desarrollo personal y por terapeutas emocionales. En nuestro caso, en NORAY TERAPIA FLORAL se realiza este acompañamiento y guía a través de cursos de desarrollo de la consciencia y también con el uso de la Terapia Floral en trabajos más personalizados de desarrollo interior.

Una clave importante para un buen trabajo de desarrollo interior: Lo que no alimenta al ego alimenta a la consciencia.

 

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