El dolor forma parte de la naturaleza humana desde el mismo momento del nacimiento. El gran maestro Buda dijo: “El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional”. Si el dolor es inevitable, ¿cuál es su función?, ¿se puede hacer algo con él además de aguantarlo? Hablemos un poco sobre el dolor emocional.

El dolor tiene una serie de funciones y beneficios que, habitualmente, son ignorados, por lo que muchas personas optan por el sufrimiento, creyendo que es más llevadero. El dolor emocional avisa, despierta los sentidos, mantiene alerta, tiene un principio y un fin, implica aceptación, conlleva una enseñanza, fortalece, amplía la conciencia y la consciencia, libera, sana, moviliza, empuja a la evolución y el cambio. Todas estas virtudes son atribuibles al dolor cuando se sabe aprovechar para el propio proceso vital. Para ello hay que estar en disposición de explorar el dolor, tema de este artículo.

¿Qué significa explorar el dolor?, ¿para qué hacerlo?, ¿cómo se hace?, ¿qué beneficios aporta? Intentaré responder a éstas y otras cuestiones.

El dolor es una señal de alarma de que algo no está funcionando bien en la persona, de que hay algún tipo de desequilibrio trascendente, emocional, energético, mental o físico que ha de ser atendido, ya que esa es la función del dolor, llamar la atención sobre algo. Ese algo puede ser externo o interno, puede ser responsabilidad de la propia persona o de los sistemas en los que se mueve. El dolor en sí no es más que una consecuencia, siendo necesaria la identificación de la causa primigenia. Cuando la persona, ante ese dolor, trata de evitarlo, lo único que está haciendo es apagar la señal de alarma sin atender a aquello que la originó. Desgraciadamente, la sociedad actual favorece esta manera superficial de afrontar el dolor, y lo hace desde diferentes perspectivas: sanitaria, social, educativa, consumista, religiosa, de ocio, etcétera.

Cuando el dolor surge, éste trata de llamar la atención sobre algo que lo provoca. Explorar el dolor implica seguirlo desde el final de su recorrido (la percepción del mismo por la persona) hasta su origen (la causa que lo provoca). Este seguimiento se puede hacer a través de la atención y la exploración de los planos emocional y mental. La estrategia es detenerse y prestar atención (conciencia) a qué es lo que está causando ese dolor. Hay que explorar emociones y sentimientos, creencias y pensamientos, situaciones, reacciones, experiencias, sucesos, todo lo que haya podido estimular la aparición de esa señal de alarma. Para ello hay que tener no solo intención de hacerlo, sino un entrenamiento de la atención, tiempo para detenerse y estar tranquilo/a, capacidad de introspección, estrategias de metaobservación, fuerza de voluntad y otras cualidades. Hay quien realiza este proceso de manera natural y quien necesita un proceso de aprendizaje.

Al explorar todos esos aspectos interiores la persona hace un repaso de aquello que ha vivido y experimentado, un repaso emocional y mental que le permite tomar conciencia de qué fue aquello que alteró su equilibrio. Tomar conciencia de ello puede llevar minutos, horas o, incluso días, o puede ser un proceso casi instantáneo si el nivel de atención es elevado y constante. Una vez que se localiza la causa se aísla de las emociones y sentimientos. Seguidamente se analiza a través de diferentes enfoques para comprender qué es lo que ha sucedido, por qué, para qué y desde dónde ha sucedido, qué lecciones se pueden aprehender (con h), cómo lograr que cambie si es necesario, cuál es la parte de responsabilidad de la propia persona y qué posibilidades tiene de influir sobre ello.

Al realizar todos estos procesos, la persona amplía su conciencia sobre la situación que se está dando, toma perspectiva y lo contempla con mayor amplitud, comprendiendo mejor y más profundamente las implicaciones internas y externas. El dolor se ha convertido entonces en una guía que ha conducido a aspectos y cuestiones, conscientes o inconscientes, que necesitan ser atendidos y transformados por la persona que lo vive. Ese dolor puede ser físico o emocional, en el fondo da igual porque el dolor siempre es una alarma para llamar la atención.

El beneficio de atender al dolor es la toma de conciencia de la causa primigenia que está provocando un desequilibrio en los sistemas internos o externos de la persona. Una vez localizada esa causa primigenia la persona tiene más posibilidades de actuar sobre ella para solucionarla, trascenderla, integrarla y aprender de ella… o así sería en teoría. Y digo esto porque la realidad no se muestra de manera tan sencilla y ordenada. Estos procesos explicados en unas pocas líneas no están al alcance de todo el mundo, depende de factores como el grado de consciencia, el entrenamiento, los aprendizajes, los programas emocionales y mentales y, sobre todo, del miedo. Sin embargo, como muchos otros procesos, la exploración del dolor es algo que puede ser aprendido y entrenado a través de diferentes vías y escuelas de pensamiento.

En el centro Noray Terapia Floral llevamos ya muchos años impartiendo formaciones relacionadas con el desarrollo emocional y de conciencia, además de nuestro trabajo como terapeutas florales y formadores en Terapia Floral. Desde la experiencia de todo este tiempo puedo decir que el dolor es un recurso de la vida para protegernos y enseñarnos, convertirlo en una herramienta de autoconocimiento en lugar de en algo indeseable y rechazable depende de cada persona.

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