Al inicio de los cursos que cada año comienzo en septiembre u octubre suelo hacer una serie de preguntas con tres intenciones: evaluar, hacer pensar y provocar. Una de esas preguntas es: “¿cómo os comunicáis con vosotras mismas?”

Esta pregunta hay quien la contesta con rapidez y contundencia: “Pues con palabras, ¡cómo iba a ser si no!». Otras personas apuntan con naturalidad: “con imágenes, me imagino las situaciones”. También hay quien lo hace de las dos maneras: unas veces con lenguaje pensado y otras con imágenes imaginadas (valga la redundancia). Pero también hay quien dice que no sabe cómo se comunica consigo misma, ni siquiera son conscientes de que esa comunicación se dé.

Lo mismo sucede en mi consulta de Terapia Floral. Hay personas que nunca se han parado a pensar si se comunican consigo mismas y cómo lo hacen. El caso es que todos y todas, ya sea consciente o inconsciente, nos comunicamos interiormente. Las sensaciones, las emociones, los pensamientos y las intuiciones son modos internos de comunicación, aunque la mayoría de las veces no son considerados como tales y, mucho menos, la información es interpretada de manera adecuada. El cuerpo, la emocionalidad, la mente y el Alma se comunican con nosotros constantemente. Son los medios de comunicación internos, los que mantienen la conexión entre las diferentes dimensiones que configuran el Ser y, aunque nacemos con esos recursos de manera natural, muchas personas no saben de su existencia o utilidad. De este modo se pierde uno de los recursos más importantes para la gestión de la propia vida, la comunicación interior. Ahora bien, Messenger, Whatsapp, Facebook, Twitter, Instagram, Linkedin y otros modos de comunicación externa son manejados con naturalidad durante horas y horas cada día. Hay quien afirma no tener tiempo para un trabajo diario de mirada interior de apenas tres minutos, sin embargo, cuando se le pregunta cuánto tiempo dedica al día a leer y contestar mensajes en alguna de las redes sociales mencionadas, contesta con desparpajo que una hora al día por lo menos.

Si nos centramos en la comunicación interior a través de los sentimientos y los pensamientos, tenemos que diferenciar cuándo esta comunicación es consciente y cuando es inconsciente. El flujo de información dentro de cada persona es constante y profuso. Investigaciones de la última década afirman que una persona puede tener una media de 60.000 pensamientos al día, la gran mayoría inconscientes. “¿Y por qué no se puede disponer de esa información que los pensamientos y sentimientos llevan consigo?” pregunta alguna paciente de vez en cuando, a lo que contesto: “¿Y quién te ha dicho que no se puede disponer de esa información?”. Ni el sistema educativo, ni el familiar, ni el social fomentan, por lo general, esta manera de entender la relación con una misma, unas veces por ignorancia, otras por desinterés y otras por exceso de interés, ya que no es adecuado que las personas aprendan a escucharse por dentro, y si lo hacen, que sea que escuchen a sus mentes, previamente programadas para soltar un discurso concreto y limitante de la libertad interior.

Para acceder a la información interior es necesario crear un espacio y un tiempo de silencio y atención, y rara vez somos capaces de encontrar ese silencio y menos de prestar atención a lo que la vida nos tiene que decir. ¿Cómo vamos a conseguir silencio entre las obligaciones, los trabajos, los sufrimientos, las hipotecas y las deudas?, ¿y qué decir de la televisión, el ordenador, la tablet, el móvil y los constantes sonidos de las entradas de Whatsapp que no hacen otra cosa que distraer la mente y la consciencia para que no tengan oportunidad de detenerse, acallarse y atender? Toda esa contaminación y comunicación externa es una constante interferencia para la comunicación interior, y no digo que no sea real, necesaria o útil, sino que sería realmente sano si se viviese en justa medida.

En realidad, la comunicación interior es una actitud, es algo que se realiza mientras se vive y que, con el necesario grado de consciencia y entrenamiento, la persona lo puede llegar a incorporar a su día a día de un modo natural, lo mismo que quien pasa de no necesitar gafas a llevarlas. Al principio uno se da cuenta de que las lleva pero, con el paso del tiempo, se vuelve natural llevarlas puestas y ya ni molestan ni se notan.

A lo largo del proceso terapéutico es común que las pacientes me señalen que donde antes escuchaban una voz ahora escuchan dos. No se trata de otra cosa que de la voz de la mente, que siempre está ahí y la voz de la consciencia que, a través del trabajo interior, se ha despertado y la persona puede empezar a escuchar cómo le habla. Entonces es cuando llega el problema: Y… ¿a cuál hago caso? Antes era fácil, o no había voz o era la de la mente la que se escuchaba, por lo que la única opción era hacerle caso o no. Ahora, con una nueva voz interior, las cosas se complican. Como ya he explicado en anteriores artículos, la mente (ser exterior) y la consciencia (Ser Interior) son dos funciones diferentes, y hay que saber diferenciar cuándo hay que hacer uso de una y cuando hay que hacer uso de la otra. En este mundo en el que hay una realidad interna y muchas externas ni todo ha de ser mente ni todo ha de ser consciencia.

Llegar a escuchar la voz de la consciencia es un proceso de despertar y desarrollo interior y comprender cuándo ha de usarse cada función (mente y consciencia) es un aprendizaje que no puedo asegurar que esté al alcance de todo el mundo, pero sí de muchas personas. Para eso se ha de realizar un entrenamiento, es decir, un proceso de evolución y desarrollo interior que ha de ser guiado por profesionales, lo mismo que hay monitores y entrenadores deportivos, profesores de música o fisioterapeutas que ayudan a la reeducación postural. Estos procesos implican introspección, dedicación, esfuerzo, constancia y cierto grado de autodisciplina y, a su debido tiempo, los resultados serán palpables, ya que un proceso de desarrollo y ampliación de la consciencia no pasa desapercibido a quien lo experimenta, aportando mayor profundidad y amplitud a la hora de contemplar y vivir la propia existencia.

En NORAY Terapia Floral y en el Instituto Almeriense de Terapias Naturales (IATN) dedicamos nuestra labor profesional y nuestra vocación por la docencia a desarrollar e impartir este tipo de cursos de una manera honesta, coherente y profesional.

En ocasiones le comento a mi alumnado que si quieren empezar a desarrollar la consciencia sigan los pasos de esta máxima que hace años escribí para uno de mis libros:

Piensa sobre lo que piensas;

piensa sobre lo que sientes;

siente sobre lo que piensas;

siente sobre lo que sientes.

José A. Sande

Espero que este breve artículo y el aforismo final que le acompaña os animen a iniciaros o continuar en una tarea tan importante y gratificante como es el desarrollo de la consciencia.

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