Durante los últimos diez años he ejercido la Terapia Floral en mi consulta de Roquetas de Mar. Unas veces los casos que se presentan en consulta son más sencillos y otras más complicados. Unas veces más sorprendentes y otras más comunes. Pero lo más entretenido, sorprendente y fascinante para mi son los casos en los que la/el paciente está vinculada a un clan.

Defino clan familiar cómo: un conjunto de personas, vinculadas por su ascendencia o pertenencia a un mismo grupo familiar, cuyos miembros se relacionan entre sí en jerarquías, alianzas y lealtades, conscientes e inconscientes, a la vez que se rigen por reglas internas, tácitas o explícitas, cuyo no cumplimiento implica advertencias, represalias y castigos.

En la Teoría de la Dinámica Espiral, ya explicada en anteriores artículos, la estructura de clan o tribu pertenece al segundo grado de existencia, en el nivel pre-personal. En este grado de consciencia pertenecer a una tribu o clan se encuentra en el punto central de la existencia. Para estas personas, sin la seguridad que aporta el clan no sólo no hay posibilidad de supervivencia sino que, además, la vida misma no tiene sentido. Actuar, pensar o sentir es posible únicamente porque el grupo está ahí y las acciones, ideas y emociones son, en realidad, fenómenos colectivos. (Información recogida del muy recomendable libro La Dinámica Espiral, de Fabien y Patricia Chabreuil).

Pero… ¿qué pasa si una persona nacida en el seno de un clan no comparte este grado de consciencia y no necesita vivir en este tipo de estructura familiar? En un inicio el niño o niña no puede decidir sobre ello ni darse cuenta de que ese grado de consciencia no es el suyo. Simplemente vive ahí y se suele ir adaptando con mayor o menor suerte a lo que hay.

Y… ¿qué es lo que hay? Esta parte es la que me resulta fascinante. Volvamos a la definición y leámosla despacio intentando comprender: el clan familiar es “un conjunto de personas, vinculadas por su ascendencia o pertenencia a un mismo grupo familiar, cuyos miembros se relacionan entre sí en jerarquías, alianzas y lealtades, conscientes e inconscientes, a la vez que se rigen por reglas internas, tácitas o explícitas, cuyo no cumplimiento implica advertencias, represalias y castigos”. Vaya definición, parece más una declaración de principios… o quizás lo sea. De manera general, un clan es una estructura organizativa familiar en la que una persona (a veces dos como pareja) se sitúa en la punta de una pirámide de poder. Desde esa posición, a veces creada y otras heredada, la persona establece un campo de información en forma de normas y costumbres, formas de pensar, ideas y creencias que los demás miembros del clan van asumiendo y haciendo propias con nulo o escaso cuestionamiento, pues perteneciendo todos los miembros al mismo clan y al mismo grado de consciencia todo se ve como natural y lógico. Estas normas y creencias llevan a las personas a desarrollar estructuras de relación y programas emocionales y mentales comunes que conforman y proporcionan identidad a su mundo, en el que nacen, crecen, se desarrollan y mueren, la mayoría de las veces sin plantearse si ahí fuera hay otros mundos.

Pero no todas las personas nacen con el mismo grado de consciencia y suele suceder que dentro de un clan familiar nazcan niños o niñas que, cuando pueden empezar a pensar por sí mismos, se rebelen contra el orden establecido y tengan la osadía de preguntar “¿por qué?”. El planteamiento de esta pregunta (¿por qué?) también puede suceder cuando un individuo ajeno al clan se une a un miembro del mismo y entra en el sistema de relaciones de la tribu. Ese inocente “¿por qué?” se convierte entonces en todo un cuestionamiento a las reglas del clan, que puede llevar viviendo así dos o tres generaciones. Quien se cuestiona lo establecido se convierte en una molestia e, incluso, en un peligro. Para los miembros de la tribu el pensar y sentir de la misma manera es un modo de supervivencia, si algo difiere se pone en jaque la seguridad de todos, y tienen razón… en su mundo, en su grado de consciencia, pero no necesariamente ha de ser así para un individuo en otro grado, sea perteneciente al grupo, sea que se incorpore desde afuera. Dado el grado pre-personal de consciencia en el que se suelen mover los miembros del clan, el pensamiento relativista aún puede tardar en aparecer. Esto podría manifestarse, por ejemplo, en que cuando el individuo disidente se intenta desmarcar de las normas del clan, unos miembros desde el ejercicio de poder y autoridad y otros desde el miedo y el sometimiento, tratarán de ayudar a esa persona. Unos imponiendo y los otros convenciendo, tratarán de hacerle ver que lo que hace no está bien, de que está loca, de que es egoísta, de que se va a ver sola y más argumentos en la misma línea. Puede que al principio traten de hacerla volver a su cabales de manera indulgente o paternalista, pero si se empeña en contradecir las reglas del clan llegará un momento en el que el chantaje emocional, la acusación de deslealtad, el argumento de que se quiere acabar con la familia, la condena por traición, el castigo con el destierro u otras consecuencias se terminen por hacer presentes. Ese miembro del clan no tiene otro camino que plegarse a las reglas que “todos nos ponemos”, porque el mayor pecado es ir en contra del clan. ¡Ah!, se me olvidaba, el pensamiento absoluto en el que se mueven implica, a menudo, que “o estás con nosotros o estás contra nosotros”, principalmente porque todo lo que no pertenece al clan es sospechoso, amenazante o peligroso hasta que se demuestra lo contrario.

En defensa de estas personas (las convencidas del clan) diré que gran parte de las interacciones sistémicas que se producen son inconscientes y que, dado su grado de consciencia, no pueden contemplar otra realidad que la que a ultranza defienden, por ello no conciben que se pueda vivir de otra manera y quien lo intenta padece algún tipo de trastorno mental que ha de ser tratado por el bien de la propia persona y del grupo.

Los clanes tienen sus propias dinámicas y reglas internas, unas tácitas y otras expresas. Recuerdo la primera vez que, como terapeuta, entré en contacto con estas dinámicas. Se trataba de una familia de alto nivel económico en la que existía la tradición de que a cada niña que vivía su primera menstruación (menarquía) se le regalaba un anillo con la fecha de tan esperado momento, en conmemoración del día que “se había convertido en mujer”. En este mismo clan, cuando uno de sus miembros cometía una falta contra los demás miembros, se le imponía un castigo, a menudo económico. Las normas a cumplir y las consecuencias a asumir no sólo las determinaba quien detentaba el poder sino que estaban detalladas en unos documentos firmados por todos. Quizás haya quien piense que esto de los clanes tenga que ver con otros continentes, países o culturas. Me temo que no, para nada tiene que ver con niveles culturales, religiones o de estatus económico. De hecho, la mayoría de clanes que he conocido profesionalmente eran familias de alto nivel económico y algunas, incluso, llegaban a comprarse edificios enteros o varias casas en la misma urbanización para poder mantener esa estructura tribal que les permitiera afrontar juntos la vida, ayudarse cuando fuese necesario o, incluso, defenderse de las amenazas exteriores.

Muchas son las dinámicas internas del clan familiar que se puede decir que son de manual: cada miembro del clan ocupa un lugar en la jerarquía, sea de dominancia, de sometimiento o de ambos al mismo tiempo; en esta jerarquía hay ideólogos/as, metomentodo, criticones/as, juzgadores/as, castigadores/as, sirvientes/as, sufrientes, vulnerables, etc. También hay dinámicas como las reuniones familiares o fiestas tradicionales o religiosas a las que no se puede faltar, comidas o cenas periódicas, eventos a los que hay que ir todos juntos, decisiones que se han de tomar en grupo porque afectan a toda la familia, reprimendas y juicios a alguno de los miembros por haber cometido alguna falta, etc.

La comunicación entre los miembros del clan es casi siempre permanente. Se pueden llegar a llamar varias veces a lo largo del día para saber cómo están los demás, con quien están o qué están haciendo, por no hablar del control continuo que se ejerce a través de los grupos de whatsapp. Para este grupo de personas esta dinámica es totalmente natural y se llegan a extrañar de que otras personas no se relacionen con sus familiares y seres queridos de esta manera. Este comportamiento lo atribuyen a que esas personas son unas “descastadas”, unos “desustanciados”, unos “siesos”, o unos “rebeldes”, todo por no querer o necesitar relacionarse con la familia según las normas del clan familiar.

Conceptos como familia, lealtad y pertenencia, sangre, tradición, patrimonio, obediencia o traición son comunes en esta mentalidad y no son capaces de comprender que alguien quiera vivir fuera del clan: “¿para qué querría yo alejarme de mi familia?, juntos nos apoyamos, nos protegemos y nos ayudamos”. En realidad esto no es del todo cierto, ya que en toda jerarquía hay quien está por encima y quien está por debajo, hay quien ejerce poder y quien se somete, hay quien gana y quien pierde. Pero esto se queda en un plano inconsciente o, simplemente, se ignora y disimula para “no crear mal ambiente” o “no entrar en conflicto”. De este modo se reparten en el clan las cuotas que todo sistema lleva implícitas: cuotas de responsabilidad, de poder, de energía, de sufrimiento, de esfuerzo, de rendimiento, de alegría, de amargura, de trabajo… Cuotas que, obviamente, no se reparten de manera justa y equilibrada entre los diferentes miembros.

Cuando alguien nuevo quiera entrar en un clan familiar (no lo recomiendo), ha de pasar una serie de pruebas y cumplir una serie de condiciones para ser aceptado, y esto rara vez se hace de manera consciente y abierta, por lo que la persona ni siquiera sabe que está siendo sometida a examen. Este periodo de prueba puede durar años, hasta que los/las mandamases del clan se convencen de que ese “intruso” no es un peligro para el clan o para ellos, pero si resulta lo contrario… ¡Dios le coja confesado!, porque le harán la vida imposible a base de pequeños y sutiles desplantes, feos y humillaciones, situaciones que “medio en broma” pero también “medio en serio”, ponen a prueba la lealtad y sometimiento al clan o le desprecian para que aprenda o decida marcharse. En el caso de un miembro que nunca se haya adaptado será el loco/a, el raro/a, el que siempre lo quiere fastidiar todo pensando diferente: “¿por qué no puedes pensar como los demás y dejar de fastidiar?”, “¿es que siempre tienes que ser la voz que desentone?”, “¿no podrías ser un poco más normal?”.

La persona que habiendo nacido en el clan no pertenezca a él o quien haya sido introducido pero no se sienta a gusto, se planteará una y mil veces “qué debería hacer”, ya que, por un lado se siente que no pertenece, pero por otro no quiere hacer daño a los demás ni despertar las iras de las altas esferas del clan. Si se adapta pierde la conexión con su Ser interior y desarrolla una personalidad propia del clan, esto le llevará al desequilibrio interior y a la enfermedad. Si no se adapta entrará en una lucha constante por defender sus ideas, creencias y pareceres, con el consiguiente desgaste energético y emocional y el desencuentro con los demás miembros del clan, aunque alguno de ellos, en secreto y aparte, le demuestre sincera simpatía y le dé la razón ¿Cuál es entonces la opción?

Aquellos que me conocen saben de mi determinación, firmeza y resolutividad a la hora de afrontar situaciones de la vida. La respuesta que voy a dar es sólo mi respuesta, en mi mundo, por lo que no pretendo que sea aplicable a las demás personas. Es lo que yo haría si me encontrase en una situación de pertenencia a un clan en el que no quisiera vivir: si ya estoy dentro me voy lo más lejos posible y si veo que me quieren meter en él, simplemente, me niego a ello. Un caso especial es el de las personas que, además, trabajan en negocios familiares. Lo mejor hubiera sido no empezar pero ya que se ha hecho, no estaría de más iniciar una estrategia de búsqueda de opciones fuera del clan porque una vez que uno se va no le dejan irse de rositas, y lo mejor para poder seguir viviendo es no tener ningún tipo de dependencia emocional o material respecto a la tribu.

Quedan muchos puntos por explicar sobre la vida en clan, podrían escribirse libros enteros. Entre otras cosas los clanes no sólo son familiares, también hay clanes en el mundo deportivo, en política, en el mundo de la religión, las amistades, etc. Espero que estas breves pinceladas den una idea de lo que implica vivir en clan familiar y que ayuden a despertar a quienes sufren por ello. Al fin y al cabo, todos somos almas en proceso.

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