La experiencia en el uso de esta esencia floral me ha llevado a observar que aquellas personas con tipología Rock Rose reaccionan muy bien al trabajo con la Terapia Floral. Cuando en consulta trato a una persona así, prácticamente hay la garantía de que el trabajo será fluido y que evolucionará sin demasiadas resistencias, ya que, como señalé al inicio del análisis de Rock Rose, su gran sensibilidad les afecta tanto para bien como para mal.

Esta esencia floral ayuda a la persona a sentirse menos bloqueada en sus miedos hasta que llega un momento en que aquello que le aterrorizaba ya no tiene tanta influencia o, incluso, ninguna. En la cuestión de la empatía sufridora, la persona, poco a poco, va sintiendo cómo disminuye su grado de sufrimiento o angustia. No es que este sentimiento vaya a desaparecer, sino que se ajustará en una medida que no sea dañina para la persona. Como le comento a los pacientes, la Terapia Floral no tiene como función eliminar emociones o sentimientos, sino hacerlos evolucionar hasta la justa medida para la persona, según sus circunstancias, idiosincrasia, personalidad, temperamento y lecciones que su Ser Interior ha de aprehender (diferente de aprender sin h). A veces, en consulta o en los cursos, me preguntan: “¿cómo se sabe cuál es la justa medida?”. La respuesta es sencilla de dar, pero no todo el mundo la comprende o, más bien, la acepta: “las esencias saben cuál es la justa medida”. Si se quiere una explicación más racional, cuando el patrón vibracional de la emoción que se está tratando ya se ha armonizado, la esencia floral no tiene ya dónde hacer su trabajo, por lo que por mucho que se tome esa esencia, no hay desarmonía sobre la que actuar. Ahora bien, la justa medida, el patrón vibracional armonizado de una estructura emocional para una persona, no tiene que ser el mismo que para otra; la justa medida, en el plano emocional, es diferente para cada persona.

En mi experiencia profesional Rock Rose es de las esencias que más uso tienen. Suele ser de las que prescribo en el inicio del proceso, ya que esa empatía sufridora o el pánico paralizante influyen sobremanera en el desarrollo de la vida cotidiana de la persona, y suele ser uno de los factores por los que ha venido a consulta. Lo considero de importancia clave, ya que las limitaciones de esta estructura pueden impedir el avance en otros aspectos del proceso terapéutico, por lo que prescribirla en el inicio puede liberar el camino para otros trabajos posteriores de mayor importancia o profundidad.

Tanto respecto al miedo a la muerte, como el exceso de sensibilidad, el pánico o cualquier otro de los contenidos psicoenergéticos-emocionales, la esencia Rock Rose va actuando gradualmente sobre la persona y ésta va tomando conciencia de que cuestiones que en otro tiempo la alteraban, bloqueaban o hacían sufrir, van siendo cada vez menos influyentes. La persona no siempre es consciente en el momento en que le sucede, sino que es en consulta, al repasar los cambios que se están produciendo en su vida, cuando dice aquello de “ahora que lo mencionas… sí es verdad que estoy menos sensible”. Esto ocurre a menudo en el proceso terapéutico, pues las esencias suelen actuar de manera sutil, aunque también hay quien nota los efectos con mucha claridad y a escasas horas de empezar la toma del preparado floral.

La esencia Rock Rose, en unas pocas sesiones, hace que la persona aprenda a gestionar los aspectos emocionales correspondientes, aunque es común que haya que mantenerla más allá de la mitad del trabajo o casi hasta el final para conseguir que el patrón armonizado se afiance y normalice.

Referido a la prescripción, dosificación, número de frascos y de sesiones, etcétera “cada maestrillo tiene su librillo” A mis alumnas de segundo y tercer año, cuando ya se están preparando para ser terapeutas florales, siempre les digo que en la formación les enseño una base desde la que partir, que es mi librillo, fruto de mi propia formación, los aprendizajes y la experiencia. Con el tiempo, cada una de ellas ha de desarrollar su estilo personal, adoptando aquellos aprendizajes que han demostrado efectividad y descartando aquello que no es de su gusto, por muy bien que le haya ido a otro profesional con esa forma concreta de trabajar. Cada terapeuta, con el tiempo, encuentra su estilo y lo va evolucionando a lo largo de los años. Lo que importa es que dé resultados y que quien lo aplica se sienta cómoda y plena al hacerlo.

En mi protocolo de trabajo incluyo la toma de hasta tres frascos al día en diferentes horarios y suelo trabajar sobre una previsión de doce sesiones. En ocasiones el trabajo es muy sencillo o fluye muy bien y bastan con menos de diez sesiones y, en ocasiones, el trabajo se puede prolongar hasta las quince. Según mi experiencia, excepcionalmente pasa de ese número. En mi opinión esto es algo absolutamente personal que tiene que ver con factores como: el tipo de formación, la energía del profesional, la experiencia y la sabiduría, la habilidad, la naturaleza y disposición del paciente, etcétera. No se puede medir el éxito o fracaso por el número de sesiones, ya que no se trata de una carrera de velocidad, sino de un transitar por los caminos del Alma, y esto hay que hacerlo con parsimonia, honestidad y amor. El trabajo con las Flores de Bach no es cuestión de velocidad, sino de profundidad. En esto los remedios florales son sobresalientes.

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