Creo que ha llegado el momento de confesarlo: Vivo sin wasap (aceptado en español). Pero también he de confesar que con el cambio de mi último teléfono, hace unos tres años, lo instalé para ver qué era lo que se sentía…, lo desinstalé al día siguiente. Ya tenía suficiente.

Más del 95 % las personas que conozco tienen wasap y, cuando se enteran de que yo no lo uso los comentarios son casi unánimes: “haces bien”, “eso que ganas”, “tú que puedes”, y otras expresiones por el estilo que suelen indicar una especie de confirmación de que no les gusta del todo. Otras personas, la minoría, suelen argumentar su uso con frases como: “el wasap si se usa bien no es un problema” o “no abusando el wasap se lleva bien”, dejando entrever que el problema no está en la herramienta sino en el uso que de ella se hace. Y yo pienso… “claro, como con todo lo demás, si se usa con medida no perjudica”, pero parece que hay un porcentaje de personas (alto me temo) que no lo usan con medida.

En los últimos años se han realizado varias investigaciones y estudios sobre la influencia en el cerebro y la mente del uso de dispositivos digitales con pantallas, entiéndase móviles, tablets y ordenadores, y las conclusiones son coincidentes y no del todo sorprendentes: el uso excesivo de estos dispositivos altera la actividad intelectual de las personas (niños, jóvenes y adultos), disminuyendo su capacidad de prestar atención. Sin entrar en cuestiones neurológicas la explicación es bien sencilla: estos dispositivos atrapan la atención de las personas desde afuera, es decir, que la persona no pone su atención y concentración sobre el objeto en un esfuerzo que entrena al cerebro sino que el objeto, con sus luces y sonidos atrae y atrapa la atención sin que ello suponga esfuerzo a la persona. Más aún, el mayor porcentaje de tiempo se utiliza en información o juegos vacíos de contenido que tienen como función distraer o, en el mejor de los casos, enseñar sin que ello implique esfuerzo para la persona. Con estas premisas, que la industria de las comunicaciones y del entretenimiento conoce de sobra, es difícil dejar de hacer un uso insano o inadecuado de las pantallas y sus ofertas.

Pero quiero centrarme en el tan utilizado wasap. Hoy en día muchas personas afirman: “yo no sé si podría arreglarme sin wasap”, y lo dicen convencidas de que se trata de una necesidad de primer orden, de que es un servicio cuya carencia prácticamente anularía su capacidad de relacionarse con el mundo, con el trabajo, con las amistades, con la familia, etc. Pues bien, esto es una falacia, una ilusión creada por quienes se dedican a inventar necesidades para poder cubrirlas vendiendo el producto, y que nadie vaya a pensar que el wasap es gratis, porque hay muchas maneras de pagar que no son el dinero.

Antes de que existiese esta herramienta la vida humana ha subsistido sobre el planeta varios cientos de miles de años. Yo mismo puedo decir que no tengo wasap y vivo mi vida de relación e interacción con mi trabajo, mi familia, mis amistades, mis pacientes y mi alumnado con muy poca limitación y bastantes más ventajas. ¿Es eso posible? Lo es. Y con esto no digo que el wasap no tenga ventajas, que las tiene, sino que las desventajas de su uso inadecuado hacen pagar un precio demasiado alto aunque la gente no se dé cuenta de ello: expectativas, desencuentros, malentendidos, nerviosismo, ansiedad, síndrome de abstinencia, control recibido o realizado, distracción continua, tiempo consumido, información, contenidos y servicios basura… Todo esto lo saben las empresas que dan los servicios (viven de ello) pero no lo tienen tan claro las personas que los utilizan inadecuadamente porque… siendo sinceros/as, ¿cuántas personas hacen un uso sano del wasap? Hay quien dice “yo tengo apagado el sonido y luego cuando acaba el día le echo un vistazo”. ¿Cuánto dura ese vistazo?, suelo preguntar, “no sé, quince minutos, media hora…”. Y luego, como quien no quiere la cosa, hago otra pregunta “¿te gusta leer?”, “sí, pero no tengo tiempo”, es la respuesta. Hay tiempo para los chascarrillos, bromas, chistes, rumores, conflictos, insultos del wasap, información morbosa, distractora, disruptiva, que distrae la atención y merma capacidades mentales cuando se usa inadecuadamente, pero no hay tiempo para leer, una de las acciones que más entrena al cerebro de una manera sana, junto con dormir y realizar actividad física.

Los estudios antes señalados han concluido que el uso diario de pantallas “atrapadoras” de la atención más allá de dos horas al día para un joven tiene consecuencias imborrables en su desarrollo intelectual, en el caso de niños basta con una hora o menos. Para los adultos la cuestión no es que se ven afectados intelectualmente sino que, literalmente, atontan al cerebro, lo vuelve más torpe, menos resolutivo y con menos capacidad de crear por sí sólo. En otro tiempo se hubiera dicho que esas personas, poco a poco, se van alienando. Sinceramente, a mí me da igual si la gente se lo cree o no se lo cree, porque no necesitaba estos estudios para darme cuenta de cuántas personas viven alienadas en sus teléfonos, en sus contenidos intrascendentes cuya única función es distraer la atención y volver a las personas no sólo seres alienados, sino seres consumidores inconscientes de su estado.

Deberíamos tener la capacidad  de decidir sobre estos aspectos y muchos otros que afectan a nuestra salud física, energética, emocional, mental o trascendente, pero, dados los rangos de consciencia en los que se mueve la población actual esta posibilidad no está presente de manera mayoritaria.

Concluyo que el uso adecuado del wasap lo convierte en una herramienta importante e, incluso, necesaria pero que, dado el nivel de consciencia medio de la población, éste no es suficientemente amplio para hacer un uso sano del mismo, lo que se puede observar cotidianamente sin necesidad de estudios científicos, basta con un poco de observación y consciencia. Con el debido respeto, por supuesto.

Autor: José Antonio Sande Martínez

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